jueves, 25 de febrero de 2010

Liber di homoseksualidat





Testimonio de Viviane Dias:

Mi nombre es Viviane Dias, tengo 32 años y nací en Vila Velha (ES). Soy hija de padres separados y siempre tuve muchos problemas en casa debido a la separación de mis padres. Tenía mucho dolor, rabia, tristeza, angustia, traumas y complejos.

A los 20 años, conocí una “falsa felicidad” en la vida nocturna, donde encontré amigos, borracheras, prostitución y, con el paso del tiempo, ya estaba viciada en todo tipo de bebidas y no tenía más control de mí misma. Me fui destruyendo de a poco y no me daba cuenta. Algunas personas me decían que yo misma iba a terminar con mi vida si no daba un basta, pero yo no lo creía.

Cuando cumplí 22 años conocí a Nora, una persona que se convirtió en una gran amiga, al punto de relacionarme íntimamente con ella. Fue cuando me convertí en homosexual.

Aún sabiendo que muchas personas se iban a poner en contra mía, no me importaba, porque ya era mayor de edad y dueña de mi propia vida.

Pasaron 7 años, y durante este período hasta me sentía bien, pero continuaba el vacío dentro mío. Me mudé a Estados Unidos y la situación fue aún peor. Me endeudé mucho para llegar, no conseguía un buen trabajo, no hablaba el idioma, fue todo muy difícil. Estaba siempre muy nerviosa y depresiva. Llegué al punto de desear mi propia muerte, pues creía que no había solución para mi vida.

Fue entonces que un día estaba saliendo de un supermercado y una obrera de la Iglesia Universal se acercó para evangelizarme. Intenté resistir a la invitación debido al prejuicio en relación a esa Iglesia. Pero mi sufrimiento fue mayor que mi prejuicio y allí fui. Domingo por la mañana, reunión con el obispo Edir Macedo. Y parte de la prédica fue sobre la homosexualidad. No entendí de dónde me conocía para hablar sobre mi vida de esa forma. Aún sin gustarme la prédica, volví a la Iglesia por segunda vez y para mi sorpresa el asunto fue el mismo: homosexualidad. Decidí no volver más. Busqué ayuda en otra iglesia muy conocida aquí en Florida, pero cuando conté que era homosexual, la asistente dijo “que no podría quedarme allí, porque su doctrina no lo permitía”. Y así fui, entonces, en búsqueda de ayuda en otras iglesias y tuve la misma respuesta.

Después de tanto rechazo y prejuicio en relación a lo que yo vivía, resolví volver a la Iglesia Universal porque vi que allí pasaba algo diferente. No sabía qué era, pero allí me sentía bien, aún escuchando lo que no quería. Comencé a frecuentar las reuniones y, en pocos días, busqué a la obrera que me había evangelizado y le conté que era homosexual. Fue allí, en medio al miedo de un nuevo rechazo, que ella dijo: “Dios busca personas como usted. Él no exige que usted sea santa o no tenga problemas. Él exige que usted sea sincera y quiera una transformación de vida. Quiénes somos nosotros para juzgarte”.

De ahí en adelante, comencé a hacer las cadenas de liberación y todo lo que el pastor enseñaba. Aún estando en pecado, pasé a ser diezmista fiel y Dios comenzó a bendecirme. Vino la Hoguera Santa de Israel de 2007 e hice mi sacrificio, a favor de mi liberación, pues no encontraba justa mi posición delante de Dios, pero no tenía fuerzas suficientes para salir de esa vida. Pasó un mes y nada cambiaba. Me indigné en contra de la situación en la que estaba y tomé una actitud de no aceptar más aquella vida. Dios me escuchó y respondió en el mismo instante. Nos acostamos como homosexuales y nos levantamos libres. Miré a Nora y lo que sentía por ella, que era una pasión insalubre, se transformó en un amor de hermanas. Dios nos liberó en el mismo instante.

Pasé por un proceso de liberación en la Iglesia. Manifestaba con demonios, después me bauticé en las aguas. Hoy estoy libre, tengo paz, tengo alegría, Dios curó todas las enfermedades de mi alma.

Gracias a Dios y al trabajo realizado por la Iglesia Universal del Reino de Dios.

Viviane Dias, evangelista de la IURD de Pompano Beach, Florida.

Testimonio de Nora Costa

Mi nombre es Nora Costa, tengo 42 años y nací en Posto da Mata (BA). Tuve muchas luchas en mi vida, pero sólo conocí la verdadera felicidad después que encontré al Señor Jesús.

Durante mucho tiempo, recibí varias invitaciones para ir a la Iglesia, pero no las aceptaba porque creía que Dios estaba en todas partes y que lo que me predicaban eran meras tonterías.

Estaba con mi vida destruida, con depresión, ganas de morir, autoestima muy baja y no creía más en mí. Era homosexual hacía 28 años, presidente y mai de santo de un centro, odiaba el lugar donde vivía, que es aquí en los Estados Unidos, donde mucha gente sueña con vivir, en fin, estaba en el fondo del pozo y no tenía más nadie a quien recurrir. Fue así que llegué a la Iglesia Universal.

Recuerdo que la primera vez que fui a la Iglesia, el obispo Edir Macedo era quien estaba predicando y, dígase de paso, no me gustaba ni un poquito, aún sin conocerlo, sólo de oír a través de los medios. Este día, el obispo predicó justamente sobre la homosexualidad y me enojé mucho más. Salí de la Iglesia con mucha más rabia contra el obispo y diciendo que nunca más volvería a esa iglesia. Infelizmente, insultando al obispo de todo, pensé así: “¿Quién es ese hombre que habla de mi vida sin conocerme?”

Pero, aún no queriendo volver a la Iglesia porque estaba con rabia, algo dentro mío estaba diferente, entonces, por segunda vez volví a la Iglesia Universal. Pero una vez el obispo Macedo estaba allí y una vez más predicó sobre la homosexualidad. Sólo que esta vez tuve una crisis muy fuerte de llanto y no sabía por qué lloraba tanto, pero, aún así, cuando terminó la reunión, salí de la Iglesia nuevamente con aún más rabia del obispo porque no sabía quién le había hablado de mi vida, y lo más increíble era que él no me conocía, pero cuando predicaba parece que sólo me miraba a mí. Yo me ponía muy rabiosa. Tenía ganas de levantarme y salir, pero no podía.

Después de esa reunión, aún escuchando lo que no quería escuchar, comencé a tener ganas de escuchar la Palabra de Dios, pero no quería volver ni quedarme en la Iglesia Universal porque había quedado con rabia del obispo y de su prédica. Entonces, comencé la peregrinación por la iglesias. Fui a varias iglesias, y como no quería engañar a nadie, hablaba sobre mi vida, que estaba casada con una mujer y en algunas de estas iglesias me dijeron que su doctrina no aceptaba personas con este tipo de problema, y que Viviane (que era mi compañera) y yo no podíamos quedarnos. Entonces, sin opción, volvimos a la Iglesia Universal.

Creyendo que si contaba mi problema la respuesta sería la misma de las otras iglesias, llamamos a la obrera que no evangelizó y le contamos todo y, para mi sorpresa, y en ese momento hasta una desilusión, ella ni cambió su semblante y nos dijo: “Quiénes somos nosotros para juzgarlas. El Señor dijo: ‘ven a mí como estás’, pero la única cosa que espero que ustedes sepan es que lo que viven es pecado, pero no es un problema nuestro y sí entre ustedes y Dios. Aquí nosotros sólo podemos ayudarlos en oración, propósitos y ayunos por su liberación. Después que escuché esas palabras, aún así hablamos con el pastor y su esposa y la respuesta fue la misma. Después de eso, nunca más salí de la Iglesia.

Permanecí en la Iglesia, hice varias cadenas de liberación, donde manifestaba con varias legiones de demonios y, aún así, no desistí, perseveré. Con 3 meses en la Iglesia llegó la campaña de la Hoguera Santa de Israel y la hice por nuestra liberación. Entregamos nuestro voto en día 16 de diciembre de 2007, pero sólo fuimos liberadas un mes después, porque antes no tenía fuerza para dejar la vida que llevaba. Hasta que un día, cuando fui a acostarme y el diablo me tentó, en el mismo momento me levanté, tomé a Viviane de la mano y, juntas, expulsamos al diablo de nuestro cuarto. En esa noche, dormimos gustando la una de la otra y al otro día, cuando nos levantamos, lo que sentíamos no existía más. Fue muy fuerte. Me sentí liviana, como si un peso hubiese salido de mi espalada y hasta hoy Viviane y yo somos realmente amigas y hermanas.

Hoy, soy una persona feliz, libre, con mucha paz, pero estoy siempre vigilando, porque soy humana y falla. Miro sólo para mi Señor y Salvador Jesucristo. Agradezco a Dios por haberme rescatado de las manos de satanás a través del trabajo de la Iglesia Universal.

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